Nació en el barrio de Fort-Pius de Barcelona el 18 de mayo de 1915, donde había llegado la familia procedente de un pueblo de Segovia, debido al oficio de ferroviario del padre, Joaquín de Diego. Recibió instrucción en la escuela municipal del Parque del Guinardó hasta los 14 años, cuando empezó su vida laboral, de aprendiz y más adelante como oficinista.
Durante los años de juventud, sin militancia en ningún partido, estuvo relacionado con los círculos socialistas y, al producirse el golpe de estado, no dudó en alistarse en las Milicias Antifascistas dentro de la columna Carlos Marx, para combatir el frente, en Aragón y en Madrid, hasta que se vio obligado a cruzar a Francia, el 12 de febrero de 1939, desde Puigcerdà, y transitar por diversos campos hasta llegar a Le Vernet y a Septfonds, desde donde tuvo que alistarse en la 103 CTE, destinada a la frontera belga. Tras la debacle del ejército francés, acabó prisionero de los alemanes cerca de Amiens, el 20 de mayo, iniciando, a partir de entonces, una penosa marcha a pie hasta Saint Quintin y los stalags XII D, en Trier, XIII A, en Nuremberg, y VII A, en Moosburg. El 6 de agosto llegaba a Mauthausen en el que sería el primer convoy con republicanos deportados.
Después de pasar un tiempo desafiando la muerte en los durísimos trabajos en la cantera, una serie de circunstancias hicieron posible que acabara ocupando un destino privilegiado, en la secretaría del campo, desde donde, junto a otros compañeros, entre ellos, el también barcelonés Josep Bailina, llevó a cabo una serie de acciones de solidaridad que salvaron la vida a algunos y que permitieran salvaguardar las pruebas de la criminalidad practicada en el campo, a partir de su labor de registro de las muertes no naturales. Una vez liberado el campo, un grupo de republicanos emprendió el trabajo colectivo de confeccionar la lista de los republicanos deportados, en base al material sustraído y escondido a lo largo de los años, entre el que destaca, la lista de los gaseados en el castillo de Hartheim, hecha por el mismo de Diego. Justamente, una de las copias originales de este material fue donada por él mismo al MHC. También destacó el papel que desarrolló después de la llegada de los americanos en Mauthausen, ocupándose de la centralita telefónica, y participando en la asamblea del PCE en la sala de duchas del recinto, el 13 de mayo.
El 2 de junio, desde Linz Juan de Diego pudo partir a Paris en un avión de las fuerzas norteamericanas y, tras seguir el periplo de los supervivientes a los centros de acogida y repatriación, acabó en varias casas de reposo para recuperarse de las secuelas, al tiempo que se preparaba para iniciar su vida profesional, que culminó con su labor de documentalista para una revista en París.
El deber de memoria al que se comprometió desde el mismo campo no se detuvo, sino al contrario; a lo largo de su larga vida fue un escritor prolífico en “Hispania”, la revista de la FEDIP, y “Mauthausen”, de la Amical francesa, con relatos solapados bajo diversos títulos genéricos «Cosas vívidas», «Historias contadas para jóvenes», «Recuerdos de Mauthausen «o» Pinceladas de la deportación», impartió conferencias, participó en documentales y en libros, destacando sus aportaciones al libro de Montserrat Roig Els catalans als camps nazis.
Pero también tuvo un papel capital en procesos contra los criminales de Mauthausen, como el celebrado en Colonia, que comenzó en 1960 y tuvo una larga duración, hasta el año 1967, el de Frankfurt, en el que se juzgaba , entre otros, al médico .Renno, implicado en la práctica criminal de la eutanasia en Hartheim, y una última intervención, en 1986, en Burdeos, para atestiguar sobre antiguos criminales de guerra que habían ocultado su condición a EEUU.
Una vez muerto Franco, Juan de Diego, pudo olvidar la promesa de no volver a pisar España mientras el dictador viviera, ya los 62 años volvió a pisar Barcelona, donde no había vuelto desde que tenía 24 años. Fue el reencuentro con familia y amigos y el inicio de su colaboración con la Amical de Mauthausen, una vez legalizada, manteniendo el puente de relación con la Amical francesa, y el inicio de una serie de viajes en los que participaba activamente en actividades en favor de la memoria y en programas televisivos, de la mano de su amiga Montserrat Roig, a un lado y otro de la frontera.
Los últimos años de su vida, aún en plena forma e inmerso en proyectos de preservación de la memoria, se instaló en Perpiñán y menudeó cada vez más los viajes a su ciudad natal, donde acabó por instalarse de forma definitiva, el año 2001, fecha que le permitió ser uno de los protagonistas del homenaje a Montserrat Roig, a los 10 años de su muerte, en el Palau de la Música, organizado por la Amical de Mauthausen, el 6 de noviembre. En él pudo disfrutar de los sonidos de las canciones de la República, que también acompañaron la ceremonia de su despedida, el 11 de mayo de 2003, dos días después de su muerte.
Fuente: Rosa Toran, Joan de Diego. Segon Secretari de Mauthausen. Barcelona, Edicions 62, 2007.
http://www.barceloninsdeportats.org/es/296/diego-herranz-joan-de/biografia.html